Un tal Manuel Ceballos le escribe insultos y amenazas a Martín desde una cuenta de Yahoo México. No es la primera vez que lo hace.
El tal Ceballos le dice a Martín que es un tonto, un mantenido, un parásito, un bueno para nada. También le dice que yo no lo quiero y que lo engaño con otros amantes.
Ceballos no conoce a Martín ni me conoce a mí, pero, a juzgar por sus correos, nos odia y quiere que nos peleemos. Por eso le escribe a Martín diciéndole insidias y maldades.
Martín, que está en Buenos Aires, me llama por teléfono a Lima y me dice en tono airado que el tal Ceballos no es un mexicano que nos odia sin conocernos sino un chileno que vive en Miami y nos conoce a los dos. Luego me pide que tome represalias contra ese chileno, que él cree que es el autor de esos correos venenosos.
Le digo que no puedo tomar represalias contra el chileno porque no tengo ninguna prueba de que él sea el autor de esos correos.
Martín se molesta y me dice que soy un tonto, que es evidente que el chileno lo odia y está obsesionado conmigo y se ha camuflado tras la identidad de Manuel Ceballos para sembrar cizaña entre nosotros. Luego me pide que, si de verdad lo quiero, llame a Miami y, usando del poder que me da la televisión, haga despedir al chileno.
Le digo que no puedo hacer eso, que tengo que estar seguro de que el chileno es Manuel Ceballos antes de tomar represalias contra él.
Martín me acusa de tener “amigos ridículos” que se obsesionan conmigo y lo odian. Cita a una amiga que se hizo un tatuaje con mi nombre. Me acusa de no tener amigos sino seguidores fanáticos a los que yo manipulo. Me asegura que el chileno es Manuel Ceballos y está enamorado de mí y por eso intriga contra nosotros.
Le digo que voy a investigar quién diablos es Manuel Ceballos. Martín pierde la paciencia, levanta la voz, discute a gritos conmigo, cuelga bruscamente el teléfono.
El tal Manuel Ceballos ha conseguido lo que quería: que Martín y yo nos peleemos a gritos.
Contrato a dos expertos cibernéticos para que consigan meterse en la cuenta de Ceballos en Yahoo México y me den a leer sus correos. Sólo quiero saber si el tal Ceballos es el chileno o un perturbado que no me conoce. Mi intuición me dice que no es el chileno, pero no puedo probárselo a Martín, y él está seguro de que es el chileno quien lo ha insultado y me ha acusado de serle infiel “con un amante en cada puerto”.
Los expertos cibernéticos no consiguen penetrar en la cuenta de Ceballos. Me dicen que pueden filtrarse en cuentas de Hotmail o de Gmail, pero no en una de Yahoo.
Frustrado, le escribo a Ceballos diciéndole miserable y cobarde y exigiéndole que deje de escribirle a Martín. También le digo que amo a Martín como nunca nadie lo amará a él.
Ceballos me contesta diciéndome gordo cantinflas, gordo de un amor en cada puerto, gordo mentiroso, gordo cobarde, gordo rastrero. También me dice que él ha sido mi amante y que la última vez que nos acostamos fue el 24 de noviembre “en nuestro hotel favorito”. Por supuesto, envía copia de ese correo a Martín.
Lo que más me duele es que Ceballos me diga gordo tantas veces, porque es una acusación que, como es obvio, no puedo rebatir.
Martín me cree: no conozco a Ceballos, el 24 de noviembre estuve en Buenos Aires, no me he acostado nunca con ese sujeto que intriga desde las sombras. No sé si me cree cuando le digo que no tengo amantes escondidos. Ciertamente no me cree cuando le digo que no soy un gordo mentiroso. Me dice que, aunque me duela, es verdad que estoy gordo y que soy un mentiroso. Luego me dice que eso prueba que Ceballos es el chileno: si bien miente sobre nuestro encuentro furtivo del 24 de noviembre, sabe que soy un gordo mentiroso, lo que, según él, revela que Ceballos me conoce, que es el chileno.
Le escribo a Manuel Ceballos diciéndole que si vuelve a molestar a Martín, me vengaré de él y se arrepentirá.
Contrato a una persona para que me diga quién es Ceballos y dónde vive. Si Martín tiene razón y es el chileno de Miami, pediré que lo despidan. Pero no creo que sea él. Sospecho que es un pobre diablo que no me conoce y que ha leído alguna de mis novelas o la novela de Martín y se ha obsesionado con nosotros.
Me dicen que hay un Manuel Ceballos en Lima que ha escrito contra mí en foros cibernéticos. Ha dicho que soy un racista, que no soy santo de su devoción, que no ve mi programa, que me detesta.
Hay un Víctor Manuel Ceballos en México que trabajó como coordinador de producción del programa Corazones al límite de Televisa y luego como asistente del programa Caiga quien caiga de Azteca. Le dicen La Zorra.
Hay un Manuel Ceballos en México que es escritor de temas históricos y religiosos.
Hay otro Manuel Ceballos en México que ha publicado crítica de arte en el diario El Universal y que puede ser el escritor de temas históricos y religiosos y también puede ser La Zorra, aunque esto último parece improbable.
Hay un Manuel Ceballos que es un actor que vive en Phoenix, Arizona, y que ha actuado en una película independiente.
Hay un Manuel Ceballos que es extremeño y árbitro de fútbol de la segunda división en España.
Hay un Manuel Ceballos que es boxeador peso mediano en Argentina.
Hay un Juan Manuel Ceballos que vive en el Perú y es ingeniero agrónomo y puede que sea el que ha escrito en foros cibernéticos insultándome.
Mis sospechosos son dos: el Ceballos que vive en el Perú y cada tanto me ataca en foros y el mexicano de la televisión al que apodan La Zorra.
Le cuento todo esto a Martín. Se molesta. Me dice que es obvio que Ceballos es el chileno y que estoy perdiendo el tiempo. Me molesto. Le digo que es un testarudo. Me gusta esa palabra. Es un insulto elegante. Martín me cuelga el teléfono.
Consigo los teléfonos del Ceballos mexicano al que le dicen La Zorra y del peruano que me ha atacado en foros cibernéticos. Los llamo y les dejo mensajes amenazantes: “Soy el gordito cantinflas. Si vuelves a molestar a mi chico, te mandaré un par de matones para que te rompan las piernas”. Después de dejar esos mensajes, siento que ha sido inútil. Si yo escuchara un mensaje así, no me daría miedo.
Llamo a Martín a las tres de la mañana y le digo que estoy seguro de que nuestro enemigo es La Zorra, el mexicano, aunque no descarto que sea el peruano. Martín me dice que está seguro de que Ceballos es mi ex amigo chileno, que Ceballos, o sea el chileno, ha sido y sigue siendo mi amante, que el 24 de noviembre me encontré con él en algún hotel o albergue transitorio de Buenos Aires. Luego me dice que está harto de mí y que deje de llamarlo.
El intrigante ha conseguido lo que quería: Martín le cree a él más que a mí y no quiere hablar conmigo. Tendré que romperle las piernas. El problema es que no sé quién es ni dónde vive. Pronto lo sabré.
26/12/07
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario